Monólogos enrarecidos – “Diferentes Calores” (2019)

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Diferentes calores – Monólogos enrarecidos

Diferentes calores – Monólogos Enrarecidos

de Sergio Di Crecchio

(Voz de mujer joven en la oscuridad)

¡Mirá a quién voy a poner!

No digas nada.

Es tu preferido. Ya lo sé.

(Se escucha música clásica mientras comienza en encender velas con fósforos. Se la ve a ella de unos treinta años, con un vestido rojo y descalza y a otra mujer sobre una mesa, de aproximadamente la misma edad, boca arriba en ropa interior y zapatos rojos)

¿Dónde murió?

¿Viena o Berna?

Siempre me confundo.

Murió porque el agua tenía plomo.

En esa época, no se conocía la pureza del agua.

Con el tiempo, eso le reventó el estómago.

Joven, muy joven.

(Termina de encender las velas. Levanta la voz)

¡Soledad, no te muevas!

 ¡Quédate quieta!

¡Ya me hiciste renegar mucho hoy!

(Baja el tono de voz).

 Tenemos que hablar.

(Deja los fósforos en una silla).

¿Una vez más?, sí, una vez más.

Es la última, te lo juro.

(Acerca un par de velas más hacia la mesa donde está Soledad).

Sole, escucháme.

(Respira hondo).

Mira que nos conocemos y…

Me pongo bravísima.

(Mira los pies de Soledad).

Esos zapatos son míos.

Te lo dije ni bien los compre.

Soledad.

Son míos.

¿Qué pasó?

Ya sé, me vas a decir que no te diste cuenta.

Pero te los mostré ni bien los compré.

Y te dije, mira, los pongo arriba del mueble verde.

Vos asentabas con la cabeza.

 Así que…

(Abriendo los brazos y encorvándose hacia atrás. Resignada)

¿Cómo te vas a confundir?

(Vuelve a ponerse normal)

No me digas que te equivocaste de caja porque no te creo.  

(Chista cuatro veces).

Excusas. Excusas.

Eso es lo que estás tramando.

Por eso no hablas. Excusas.

(Acerca otra vela a Soledad).

¿Quién elige esto?

Vos, siempre vos.

Así que no te quejes.

(Levanta una vela y ve su llama)

¿Cuándo los agarraste?

Que rápida. Muy rápida.

Una se distrae un segundo y desaparecen las cosas.

(Vuelve a apoyar la vela en la mesa y la mira atentamente).

Bueno, dejemos lo de los zapatos ahí.

Pero lo del vestido, no te lo perdono.

Lo busqué toda la semana.

Tres veces te pregunte.

El lunes a la mañana.

El martes a la noche.

Y ayer al mediodía.

Siempre la misma respuesta.

(Cambiando la voz imitándola).

¨Yo no sé dónde está¨

Quiero escucharte. Quiero que me digas

(Volviéndola a imitar)

¨Te lo robe para salir¨.

Es cierto.

No te lo iba a dar.

Ahora, ¿Para salir a dónde?

¿A dónde ibas con mis zapatos y mi vestido?

(Respira hondo)

Te escucho.

(Alzando la voz)

¡Tengo derecho a saberlo!

¡Ibas a salir con cosas mías!

(Hace silencio unos segundos, apaga una de las velas más alejadas y se vuelve a acercar a Soledad).

Bueno, te estás buscando un final de día bravo.

Te lo voy a decir yo.

Seguro ibas a revolcarte por ahí.

Como te gusta revolcarte.

Pero con este vestido ¡No!

(Lo estira y baila por el lugar, se detiene).

Si querés te puedo poner tus zapatos.

(En voz baja en el oído de Soledad).

Sí, están todos rotos porque no los cuidas.

Estos son hermosos (Los mira).

¿Me vas a decir? ¿A dónde ibas?

(Con voz amenazante).

 A la una, a las dos.

Esperá.

(Se lleva la mano derecha a su frente).

¿No me digas que no me respondes porque no ibas a ningún lado y te venían a buscar?

Ah, esa puede ser.

¿Quién te viene a buscar?

Claro, querías darme celos.

(Cambiando nuevamente la voz).

¨Te presento a mi pareja¨.

Y claro, yo no te iba a decir nada si te veía ya vestida.

No te iba a hacer quedar mal delante de tu pareja.

Pero tarde o temprano te iba a agarrar.

(Se queda pensante).

Estoy recordando cuando me presentaste a tu última pareja.

 (Se ríe, en tono más amable).

Era buena persona. Tacaña, pero buena persona.

(Para de reírse).

Lástima lo del accidente.

Ir a las Cataratas y no saber nadar.

Es un riesgo que no se puede correr.

Yo giré para tomarle una foto y lo toqué sin querer.

Fue un roce nada más.

Pero resbaló y cayó al agua.

Vos también, como siempre, delante de todos.

Estabas lejos.

Solo escuchaste los gritos cuando caía.

Se lo llevó la corriente.

Él había quedado agarrado de la baranda pero no resistió.

Yo intenté agacharme enseguida pero vos sabes.

A mí me cuesta reaccionar.

(Mira de cerca una de las velas que están en la mesa).

Bueno, contáme.

(Apoya ambas manos sobre la mesa y la mira fijo).

A ver, Soledad, me estoy cansando.

Ya sabes, cuando me enojo, me enojo.

(Con voz baja).

¿Vos la conoces bien?

Hay que tener cuidado con las personas desconocidas.

Están pasando muchas tragedias.

¿Te enteraste lo de la mujer esa, que conoció a un tipo y la mató por no darle la mitad de la cena?

Ya lo dice Rolando.

(Se detiene, separa las manos de la mesa y sonríe).

Rolando Hanglin.

Él dice que la primera salida para conocer a una persona.

Tiene que ser un café y nunca una cena.

Para que gastar dinero de más, si ya se ve que no funciona.

(Se ríe exageradamente).

Además en un café te levantaste y listo.

En la cena hay que esperar más.

(Deja de reírse de a poco).

Hoy preparaba la cena para las dos.

¿Vos sos consciente que iba a sobrar?

Y la cosa no está para que sobre.

(Se agacha y levanta del piso un plato con un par de huevos duros).

¿Viste cuanto aumentaron los huevos esta semana?

(Apoya el plato arriba de ella y los corta con un cuchillo).

Dicen que no es de temporada por eso y que comamos cualquier otra cosa.

¿Cómo temporada para los huevos?

Para mí se expresó mal el periodista.

Los huevos nunca tuvieron temporadas.

Lo único que falta es que no haya más gallinas.

Vamos a vivir a soja dentro de unos años si seguimos así.

(Se queda pensante).

Además, ¿Cómo se reemplaza un huevo?

Soledad, te estoy hablando.

El pollo lo podes reemplazar por un bife.

La sopa por polenta.

La papa por batata.

Pero el huevo no se puede.

El huevo es único.

Para mí aumenta por otra cosa.

Dicen que en Europa hay una epidemia.

(En el oído)

Tiraron miles de huevos.

No sé, un virus o algo así.

Dicen que si los comés, te mata.

¿Y las gallinas?

Todas sacrificadas. Miles y miles. Todas quemadas.

Ahora… Nadie se preguntó por las salsas o pastas.

(Explicándole detenidamente)

Las salsas y pastas también llevan huevos.

¿Entendés?

Esto puede ser una masacre.

Y no sólo en Europa.

Acá también.

(Explicándole detenidamente)

Por las exportaciones Soledad. Por las exportaciones.

Estos países están a metros de distancia uno del otro.

Se pasan los huevos de mano en mano si quieren.

De Italia a Suiza, de Suiza a Austria, de Austria a Alemania, de Alemania a Francia, de Francia a España.

(Respira profundamente).

Y si bien nosotros estamos lejos.

Te lo suben a un barco y llega en días.

(Va poniendo las rodajas arriba del cuerpo de Soledad) .

No te enterás de nada Soledad.

Igual sos culta.

En algunos temas seguís sabiendo mucho.

Claro, la señorita tiene la cabeza en otra parte.

Está ciega… Ahora entiendo.

Con razón no me ayudaste en la cena.

Ahora caigo.

Me acabo de dar cuenta.

Yo preparando todo y vos con tu programa de salida.

¡Soledad!

Ya que no me decís nada de los zapatos ni del vestido.

Hablo yo.

Te tengo que contar algo.

(Se acerca y le come una rodaja de huevo que está sobre su estómago).

No es muy lindo que digamos pero, me vas a entender.

 (Come otra rodaja que está en la pierna. Le pasa la lengua. Se detiene, la mira y come otra rodaja que puso en su boca. Susurra).

Ya vengo.

(Se va hacia atrás y desde la oscuridad del lugar trae a otra mujer en una silla con ruedas).

Me imagine que venían a buscarte.

La hice pasar.

Está vestida para salir.

Lindo vestidito.

Cuando entró, le di con el palo de amasar en la nuca.

Ya sé, se me fue la mano.

Acá te la traje.

Ella quería esperar afuera.

Pero le dije que vos te estabas terminando de preparar.

(La va acercando a la mesa)

Me imagine que ibas a salir.

Sospeché porque no me preguntaste nada de la cena.

Como no lo hiciste.

Te dije que salía y que no iba a cenar.

Vos no viste que me escondí en la pieza.

Pero antes cerré bien fuerte la puerta para que escuches.

Después te oí que hablabas con alguien.

Y le decías que te espere, que luego de bañarte salías.

Yo esperé a que te estés bañando.

Me asomé por mi ventana.

Vi que ella estacionó el auto y cruzaba la calle.

Y antes que toque el timbre Salí.

Y bueno, el resto ya te lo conté.

(La deja enfrente de Soledad. A la altura del estómago).

 Se ve que iban a cenar porque está bien vestida y maquillada.

Creo que tiene hambre.

Hace rato que está ahí atrás.

(La agarra de la cabeza y se la refriega por el cuerpo de Soledad).

Me dijo su nombre.

Pero no lo recuerdo.

Bajó sin los documentos pero con una bolsa.

Soledad,  ¿Cómo se llama?

(Le saca los zapatos a Soledad y se los pone ella).

Hay que tener siempre los documentos.

Puede pasarte algo en la calle y no tienen a quien avisar.

(Se acomoda el vestido y prueba la pisada de los zapatos).

Yo me voy.

(La mira de manera triste)

Salgo Soledad, me voy a tomar mí Tequila de todas las semanas.

Ustedes quédense.

Disfruten de la casa.

(Repite más despacio)

Que mejor que se queden acá.

 Afuera es peligroso.

¿Les dejo música?

Bueno, cualquier cosa la apagan.

(Sonriendo)

El disco no se lo presto.

Lo dejan ahí mismo.

Es Beethoven.

A vos te gusta Soledad.

(Se tapa la boca y abre grande los ojos)

 Ah, perdón, no se sí hice bien en decirlo, por las dudas que no quisieras que ella lo sepa.

Pero pensé que es bueno que sepa que sos una persona culta.

(Va a salir pero se detiene).

Viena.

Perdón, señorita sin nombre.

Pero no recordábamos donde había muerto.

(Mirando a Soledad).

Viena.

(Se arregla el pelo. Toma su cartera desde el piso, se la pone en el hombro derecho y con la mano izquierda abre un bidón con nafta mientras se acerca a la puerta. Arroja en el piso y en el cuerpo de ellas. Luego agarra la bolsa que traía la mujer y saca dos máscaras de gallina y se las colocará a cada una).

Bueno. Les dejo la casa.

Sí, es kerosene Soledad.

Por las plagas.

Si ven un poco de fuego no se asusten.

Si pasa algo me llaman.

Voy a estar con el celular encendido.

En el bar de siempre Soledad.

Vuelvo a la madrugada o si me llaman, vuelvo antes.

 (Sale)

FIN

Algunas imágenes de Diferentes calores

Escena de Diferentes calores
Escena de Diferentes calores

Vídeo de invitación a la obra Diferentes calores

Luana Barraza, la actriz que interpreta el Monólogo “Diferentes calores” invita a ver la obra a través del siguiente vídeo.

Luana Barraza, la actriz que interpreta el monólogo “Diferentes calores”

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Diferentes calores, es uno de los tantos Monólogos Enrarecidos presentados en ciclos, tanto en la CABA como así también en la provincia de Buenos Aires ya sea en salas del Gran Buenos Aires, como la Costa Atlántica. Diferentes calores es parte del 2do ciclo de monólogos.

También puedes ver la ficha técnica y más información acerca de “Diferentes Calores” aquí

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