Entrevista a Oscar Németh, “El Organillero Cuentacuentos”

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¨Como sociedad hemos dejado en manos de los medios imperiales, del cable e internet, algo que nos pertenecía, el tiempo y la identidad cultural¨

Entrevista a Oscar Németh
Oscar Németh – PH: Ariel Pacheco

Poder entrevistar a Oscar Németh es un placer… nos compromete a dar lo mejor para esta entrevista (o por lo menos intentarlo); unas preguntas enviadas que luego serían respondidas por el entrevistado con una profundidad y sabiduría a todas luces. Les adelanto; hay que leer muy atentamente entrelíneas.

Oscar Németh, el “Bicho”, dedica mucho tiempo a responder y por lo tanto nos transmite de manera clara, concisa y profunda su pensamiento. Es que hasta las fotografías seleccionadas enseñan; mientras que los videos nos invitan a recordar a nuestros abuelos y abuelas.

Como si faltara algo, será él quien nos proponga una nueva entrevista; en este caso para ampliar conceptos, proyectos y que la misma a su vez ¨gane¨ en ¨frescura¨. Sus respuestas son académicas. Es entonces que desde Hendidura Teatral no lo descartamos en absoluto; es más nos agrada la invitación y por medio de esta línea le comentamos a Oscar y a ustedes, nuestros lectores, que ya estamos pensando las vías para llevarla a cabo, pero por ahora y mientras la pandemia nos lo impide, les compartimos este encuentro que ha sido realizado a través de  mails, whatsapp, fotos y videos.

Entrevista a Oscar Németh

Para ir entrando en calor te pregunto desde la ignorancia; ¿Cuándo surge la profesión de organillero?

El organito a manivela es un instrumento de música mecánica cuyos antecedentes se encuentran en la evolución de antiguos mecanismos de relojería; son esos mismos mecanismos los que se perfeccionaron con la revolución de las máquinas que se produjo en la era industrial alrededor de 1760. Apenas un siglo después aparecieron las primeras patentes industriales europeas. Al final del siglo XIX, casas de Francia, Alemania y Estados Unidos estaban dedicadas a fabricar instrumentos como este Castlewood que replica a un órgano a manivela de 1865.

El mecanismo de la lectura de un rollo de papel es el antecedente directo del lenguaje binario de la computación y sus, hoy antiguas, tarjetas perforadas.

La profesión de organillero apareció inmediatamente, promovida por las mismas casas fabricantes. El organillero era un personaje común en toda gran ciudad de principios del siglo XX y su trabajo consistía en hacer sonar la música a cambio de propinas en espacios públicos o a cambio de un pago en reuniones sociales. Habitualmente se alquilaba el organito por día y los dueños solían tener entre diez y treinta instrumentos para rentar a quien quisiera cargarlos y hacerse un profesional de este oficio de musicalizador trashumante.

Los organilleros latinoamericanos somos un patrimonio cultural, aunque solo en Chile tienen el reconocimiento oficial del Estado. Si bien existen organilleros en todo el mundo, en nuestro continente, la profesión de artistas callejeros sobrevive solo en México, Chile, Argentina y Perú.

En este vídeo Oscar Németh nos muestra como funciona su organito a manivela. Disfrútenlo.

Oscar Németh – “El organillero Cuentacuentos”

Para aquellos que no conocen al personaje ¨el organillero cuentacuentos¨ ¿Cómo podemos presentarlo en sociedad?

El Organillero es un personaje mitológico. La encarnación de un fantasma del pasado, del arquetipo del viejo sabio, por eso, por ser un abuelo de la época que vivieron mis mayores, es un homenaje a las abuelas y abuelos que sostuvieron nuestra cultura ante el arrasador inicio del siglo XX.

Ya que estamos te cuento una historia.

Adelante…

Viví una infancia que fue a la vez hermosa y complicada. Buena parte de esa infancia la pasamos en una completa vulnerabilidad. Al hambre se sumaba el frio que pasábamos esperando en el techo, que baje el agua de la casa inundada y entonces sucedía la magia… las historias que cobraban vida en las voces de las abuelas y los abuelos lograron imbuirme del espíritu de lucha que aún hoy me sostiene y me dieron herramientas que recién descubrí en los momentos más adversos de mi vida.

Recuerdo claramente un día en que con mis hermanas nos sentamos a tomar mate cocido a los pies de la silla de mi abuelo y su historia de gauchos me hizo sobresaltar. Allí, ese día y con mi jarro en la mano, me paré de un salto y al mismo tiempo tomaba la decisión de ser como mi abuelo… y eso soy, desde hace más de cuarenta años, un abuelo contador de historias. Un viejo como aquellos del pasado, que mantiene viva la tradición de una cultura oral que nos precede. Después fue todo fácil, comencé contando historias a mis hermanas y hermanos, a los amigos del barrio, a compañeros de escuela primaria. Esa práctica se perfeccionó en la secundaria. Es que no tenía otra habilidad, solo confundir las mentes de compañeras, amigos y escuchas que se prestaban a ese momento extraño en que la palabra se transforma en imagen dentro del colorido mundo de las sinapsis de interlocutores.

Oscar Németh - "El organillero Cuentacuentos"
Oscar Németh – “El organillero Cuentacuentos” –
PH: Gastón Citrus

Un día de sol de verano, jugando en la calle de tierra de ese mismo barrio, vi pasar un organillero. Fue otro instante mágico, algo, una emoción fuerte, me dejó tieso, sin posibilidad de mover mis piernas, a pesar de que quería correr a ver qué era eso que sonaba tan hermoso… Ese organillero, que cuando pude reaccionar, ya estaba lejos, era un viejito marrón, al que casi le brillaba la larga barba blanca. Era el atardecer y en la lejanía, se veía que el organito era más antiguo que el propio viejo que lo hacía sonar. Los sonidos de su música eran una invitación a soñar… toda la escena era una película en la que el viejo iba solo y empujaba el organito como si fuera un carrito. Nadie, ningún vecino de los muchos que a la tarde jugaban o conversaban en el barrio, salieron ni siquiera a ver. Fui el único espectador de esa escena en la que el organillero caminaba por la mitad de la calle, con el sol en el poniente y el sonido del traqueteo del carrito por las huellas de tierra, se mezclaban con el sonido de un vals. Después, con el tiempo, sabré que era el último organillero de los tantos que circularon por nuestro país en el final del siglo XIX y principios del XX.

Interesante anécdota; lo redactas de tal forma que uno ingresa a ese mundo, a ese instante, momento…

Esto que acabo de contar, así como fue de impactante, se borró, desapareció de mi memoria… Nunca más lo recordé.

Pero seguramente en algún momento volvió.

En un momento de mi profesión, soy actor desde final de los años setenta, la profesión me sorprendió, le puso nombre propio a aquello que yo hacía naturalmente, contar. Se llamaba narración oral lo que yo creía que era un monólogo, éramos jóvenes… Armábamos una suerte de peña o cafés concert, que en aquella época estaban de moda, y monologábamos contando historias. Influenciado por mis maestros y con una actitud militante contra la sangrienta dictadura del 76, narraba historias de gestas populares, a las que disfrazaba con alguna metáfora sobre la opresión de ese presente… eran grupos reducidos, en convocatorias ocultas, suponíamos que poníamos en peligro la integridad de quienes participábamos de esas experiencias con actitud y mística militante. La necesidad de nombrar lo imposible, de recordar lo que pretendían borrar de nuestro pasado, se hizo más intensa cuando después de la guerra de Malvinas, era necesario recuperar la trama de nuestras emociones y reconstruir lo que la dictadura había borrado o desaparecido.

Oscar Németh
Oscar Németh – PH: Carolina Cabrera

Así que, junto al movimiento de teatro popular y la militancia artística, salimos a las calles, a las plazas a hilvanar con historias, aquello que estaba desgarrado y fracturado. Antes encerrados y convocados clandestinamente, ahora en espacios libres y tratando que se difunda nuestro trabajo entre transeúntes, antes en la oscuridad de algún lugar cerrado y poco iluminado, ahora en espacios abiertos y a la luz del día, entonces es necesario cambiar algunos códigos. Es necesario hacer un poco de ruido, llamar la atención, vestir con vivos colores, atrapar a quiénes están de paso… por eso incorporamos la llamada, convocatoria de murga, de percusión. Así que busco y toco un redoblante, cuento cuentos latinoamericanos que abrevan en la memoria colectiva de nuestro continente, en ese tránsito, y habiendo pasado un tiempo haciendo este trabajo, recorriendo plazas y escuelas de pequeños pueblos, un compañero reflexiona sobre mi uso del redoblante… intento justificar lo que hago, pero quedo pensativo sobre algo que se, el redoblante suena a algo que no soporto en ese momento, una reminiscencia a marcha militar. ¡Para qué me lo dijo! Quedé impactado y mal por mucho tiempo… intenté aprender otros ritmos en el tambor pero no se solucionaba el problema de fondo y terminé abandonando el redoblante hasta perderlo.

Como dice el refrán… más vale perderlo que encontrarlo.

Así es; pasaron los años y seguía necesitando algo que llamara la atención, que indujera al público a parar y escuchar. Investigué en otros modos de convocatoria, pero nada parecía resolver el problema. Ya me acompañaba como una opresión cuando en medio de un episodio de desesperación, soñé y en el sueño me visitó aquel organillero que había olvidado por completo… apareció por uno de los lados de la misma calle de mi infancia. En el sueño, como en la escena original, tampoco me podía mover. En el sueño el organillero viejo y marrón pasaba por al lado mío y sonreía. Allí, con ese sueño, se disparó la idea de que el instrumento que debía acompañarme en la convocatoria era un organito.

Pasaron años hasta que la tecnología ayudó un poco y encontré a un grupo de defensores de la música mecánica, aquella que, desde el renacimiento, había procurado reproducir música poniendo a su servicio sofisticados mecanismos. Ese grupo tenía los planos de un organito a manivela reproducción de otro similar del año 1865. Fue amor a primera vista. Tres años después, y construido por mis propias manos, el organito comenzó a acompañar mi trabajo de narrador oral.

Así, cortando maderas, afinando notas, perforando rollos de música, se completó el personaje de este viejo barbudo que, con sus historias, recuerda a los viejos de antaño. El organillero termina siendo un arquetipo, el del anciano, ese sabio que sale de la circunstancia familiar, cultural y social, para vivir en libertad, usando esa libertad en beneficio de su pueblo. Un tejedor más de esa gran red que sostiene nuestra cultura y nuestras almas.

Oscar Németh – PH: Gastón Citrus

Transmitís las narraciones orales por diferentes localidades de nuestro país e incluso en el exterior ¿La percepción de dichas narraciones en estos últimos años ha cambiado tanto en el oyente adulto como en el niño y niña?

Todo ha cambiado, desde aquellos discos de pasta cuya púa raspaba una superficie, hasta la digitalización de todo lo que es posible transformar en un bit de información. Mi incorporación al trabajo de narrador sucedió al mismo tiempo que comenzaba un terrible proceso de tecnologización de los vínculos. Antes, para contar algo de la cultura oral, era necesario estar frente a frente, ver los signos no verbales del relato, inmiscuirse en el aura del otro para vibrar con sus sonidos y ademanes. Te estaba contando que ya llevo muchos años de narrador… como no teníamos televisión, había rituales de compartir en círculos, de manera presencial, todo lo que se contaba, desde los resúmenes de la película que habíamos visto en el cine del barrio, hasta las leyendas que contaron los abuelos.

Pero ciertamente hoy en día la cosa ha cambiado…

Hoy es tal el grado de intermediación tecnológica en los vínculos humanos, que genera su opuesto. Por eso aparece una energía colectiva que intenta contrarrestar ese uso abusivo de pantallas, voces sintéticas y emociones magnificadas por dispositivos de realidad aumentada. Crece una necesidad de vuelta a lo real, a lo vivencial, necesita a las personas en círculo, participando en vivo de las emociones que producen las inflexiones de la voz, la respiración de quien narra y la sensación de resonancia de emociones.

Con el trabajo que hago, propongo que se escuche un organito a manivela, un aparato tecnológico, que remeda el modo en que se producía música a mediados del siglo XIX, y sobre esa convocatoria, se monta la voz narradora, el gesto significativo. Abandonamos por un rato los teléfonos con internet y cámara, para volver a las raíces de aquello que los pueblos celebraban, creamos para defender la cultura de la oralidad.

Oscar Németh - "El organillero Cuentacuentos" -
Oscar Németh – “El organillero Cuentacuentos” –

Ahí es donde se nota el cambio en la sociedad.

Como sociedad hemos dejado en manos de los medios imperiales, del cable e internet, algo que nos pertenecía, el tiempo y la identidad cultural. Los nuevos sistemas de consumos de contenidos on demand, nos simplifican las cosas, pero transforman en dinero nuestra desidia intelectual. Hemos abandonado a su suerte nuestro imaginario colectivo y Netflix se hace cargo de cobrarnos bien cara esa tecnología que nos globaliza para que sintamos que consumiendo participamos, pero nos achica el mapa latinoamericano del saber y la cultura.

Es la nueva forma de hacer espectáculos y más con esta pandemia…

Yo también hago un espectáculo, pero trato de no dejarme llevar por la espectacularización de la vida cotidiana, es decir, con mi ejemplo insisto en que abuelas y abuelos se comprometan y recuperen su rol de eslabón cultural. Digo “insisto”, porque reniego de la transformación de todo ese bagaje cultural en mercancía, me opongo a la concentración del capital que termina en manos del imperio por medio de la tecnología. A cambio propongo que, el instante en que sucede la magia de la narración, por ahora, no puede monetizarse.

Te hemos visto resistir el avance de la minería en Catamarca, el interés por incluir cada vez más al teatro en las escuelas y muchas otras manifestaciones de resistencia; te quiero preguntar ¿Cuál debe ser la lucha teatral hoy en día?

PH: Ariel Pacheco

Entonces, si la cultura es el campo de batalla, la única certeza con respecto a “las luchas teatrales” es esa que se refleja en el plural, que son múltiples campos de batallas superpuestos. Para mí el teatro no puede escapar a lo que descubrimos en nuestra necesidad en la militancia y compromiso social. Es que toda persona sensible mira la realidad y refleja en sus creaciones, las qué sean, los problemas de nuestro pueblo. Allí el teatro está obligado a hablar de lo colectivo, de las emociones y las estéticas locales. La intensión como persona en contexto, como ciudadano solidario, es ayudar allí donde hay una necesidad, y si bien las necesidades de nuestro pueblo son muchas, los sectores más postergados son los que sufren la presión de las injusticias económicas, aquellos que soportan los avances del capital salvaje sobre sus territorios y viven a diario la expoliación a causa del extractivismo y las fumigaciones del agronegocio.

Para contrarrestar esto, el teatro, como actividad colectiva, ayuda. Ayuda también con su actitud sensible y con la incorporación de las voces de quienes tienen vedado el campo de la producción cultural. Ayuda a decir y reflexionar, genera anticuerpos culturales y promueve cambios de actitudes e identidad cultural.

Si miramos el amplio espectro del teatro en el mundo y repasamos el rol del lenguaje en nuestras pequeñas comunidades, a la hora de elegir, mi opción será la del pequeño grupo, la del lenguaje llano, la de la poesía simple, dedicada a interlocutores que terminan siendo mis mismos vecinos y vecinas con quienes compartí mis primeros pasos en la asociación vecinal y en la biblioteca inundada del barrio.

A la hegemonía imperial de los medios actuales, que te venden la libertad de elegir entre todos sus jodidos contenidos pagos, propongo la simple idea de armar un nuevo circulo de cuentos en que cada una y cada uno tome la palabra, cuente desde sus emociones y recupere para nuestro beneficio, las gestas de nuestro pueblo.

Oscar Németh - "El organillero Cuentacuentos" -
Oscar Németh – “El organillero Cuentacuentos” -PH: Carolina Cabrera

¿Qué proyectos o actividades artísticas lo esperan ni bien se puedan abrir los espacios artísticos?

Estoy investigando en los cuentos de pandemia, me siento conmovido por lo que vivimos y me obligué a leer los cuentos medievales que transcurren o se cuentan durante largas temporadas de peste y pandemia. Por otro lado, sigo trabajando con una vieja idea de contar gestas latinoamericanas como la del alzamiento calchaquí, la vida y obra de los caudillos del noroeste argentino y la vida de Tupac Katari y Tupac Amaru. La salida de la pandemia será con lo que está madurando durante tantas horas de trabajo y reflexión que nos permite el encierro, el aislamiento.

¿Algún proyecto más?

Sí. También estoy experimentando en la fabricación de música original para el organito, ese trabajo no tiene nada que ver con la pandemia, pero este encierro sirve para experimentar. Sueño con un repertorio propio, y que algún día, niñas y niños de un barrio con calles de tierra, escuchen a un viejo barbudo que pasa repartiendo melodías del pasado que llegan al alma.

Como despedida quiero dedicarles esto con todo cariño a las y los lectores de Hendidura Teatral:

Saludo de Oscar Németh – “El organillero Cuentacuentos”

Agradecemos enormemente desde Hendidura Teatral a esta predisposición para con la entrevista a Oscar Németh, por su gran dedicación y enseñanza en cada una de sus palabras y nos quedará pendiente otra nota que dedicaremos fundamentalmente al Centro de cultura y trabajo comunitario de Villa Dolores; sus talleres, ferias y festivales para cuando pase esta pandemia y las actividades vuelvan con cierta normalidad y eso seguramente será más temprano que tarde.

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2 Replies to “Entrevista a Oscar Németh, “El Organillero Cuentacuentos””

  1. Para quien lo conoce desde el andar. Es muy lindo recrearse en sus palabras narrador y andariego. Gracias x la entrevista. Quedo a la espera de la proxima entrevista

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