La última actualización de esta entrada fue hecha el 9 febrero, 2022 por Julián Spadaro

El Modelo de Ptolomeo y el Modelo de Copérnico.

¿Cuáles fueron los elementos que definieron las diferencias entre el modelo de Ptolomeo y el modelo de Copérnico? ¿Por qué se ha denominado “revolución” a este cambio de paradigma científico? En este artículo, se responderán estas preguntas y muchas otras que abarca el estudio de la Epistemología.

El modelo de Ptolomeo

modelo de ptolomeo
Claudio Ptolomeo – Modelo de Ptolomeo

Claudio Ptolomeo vivió en el Egipto helenizado siglos antes de nuestra era. Su obra más importante es el Almagesto, siendo esta la más famosa creación de astronomía griega que se conservó.

Dicho texto se ha elaborado a partir de un gran número de observaciones astronómicas con el propósito de establecer un modelo numérico que permitiera predecir la posición de los planetas a futuro. Ptolomeo adopta un modelo geocéntrico, según el cual el Universo está constituido por una Tierra, fija y situada en su centro, además del Sol, la Luna y cinco cuerpos celestes denominados “estrellas errantes” que giraban a su alrededor. Como fondo, se encontraba un cielo de “estrellas fijas”, además de otros cuerpos que aparecían ocasionalmente.

La razón fundamental para considerar la tierra fija era la ausencia aparente de movimiento de las estrellas fijas. Ptolomeo sitúa a Venus como el planeta más cercano al Sol, y a Mercurio como el más cercano a la Tierra. De acuerdo con los ideales de perfección que debían ser reflejados por el Universo, los movimientos de todos estos cuerpos eran perfectamente circulares.

Sin embargo, esta exigencia filosófica de perfección chocaba con los datos procedentes de la observación, especialmente en lo relativo al movimiento de los planetas. Ptolomeo resolvió el problema proponiendo que el planeta realizaría movimientos circulares en torno a un punto, al mismo tiempo que se mueve alrededor de la Tierra. Dichos movimientos se denominan epiciclos. En otras palabras, los planetas describían pequeños círculos denominados epiciclos cuyo centro se desplazaba sobre un círculo mayor llamado deferente alrededor de la Tierra.

Los datos observacionales de Ptolomeo se ajustaban muy bien a su modelo, y los principios en los que este se basaba también coincidían con el paradigma de la época, dado que, primero, coincidían con la exigencia de perfección y, luego, con la visión cristiana del mundo. Este conjunto de factores, empezando por la validez de las predicciones y, por tanto, por la utilidad del modelo, explica que se mantuviera como único aceptado durante 1700 años, a pesar de propuestas bastante tempranas para sustituirlo por un modelo heliocéntrico.

En resumen, Claudio Ptolomeo planteó un modelo del Universo con la Tierra en el centro. En este modelo, la Tierra permanece estacionaria, mientras los planetas, la Luna y el Sol describen complicadas órbitas alrededor de ella. Esta visión geocéntrica del mundo se mantuvo casi dos mil años, por varios factores, hasta que Copérnico la modificó con su modelo heliocéntrico.

El modelo de Copérnico

Nicolás Copérnico –
El modelo de Ptolomeo y el modelo de Copérnico

Nicolás Copérnico fue un científico polaco cuya aportación más conocida es su obra De revolutionibus orbium coelestium (“Sobre el movimiento de las esferas celestiales”), en la que proponía sustituir el modelo cosmológico ptolemaico por uno diferente, en el que el Sol ocupara el centro del Sistema Solar, con la Tierra y los planetas girando a su alrededor, en órbitas circulares, y la Luna girando en torno a la Tierra. Este libro cambió el paradigma actual, generando cambios profundos de la sociedad, es decir, modificó el modo de pensar de la sociedad.

A pesar de que el modelo de Ptolomeo se ajustaba bastante bien a las condiciones tanto de validez de los datos como de contexto científico, dicho modelo generaba dudas en algunos científicos. Como es en el caso de Copérnico, quien propuso un modelo diferente al de Ptolomeo para explicar lo observado en la esfera celeste, dicho modelo puede resumirse en los siguientes puntos:

  1. El universo es esférico, pero su centro no coincide con el centro de la Tierra, asimismo esférica, sino con el centro de la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Este punto, a su vez, no coincide exactamente con el centro del Sol, que está ligeramente desviado.
  2. Los planetas se encuentran en epiciclos cuyas deferentes están centradas en el Sol. Su movimiento es circular y uniforme, o bien está compuesto por movimientos circulares y uniformes.
  3. La única deferente no centrada en el Sol es la de la Luna, centrada en la Tierra.
  4. La Tierra se mueve en una deferente centrada aproximadamente en el Sol y gira una vez al día en torno a sí misma. Su eje de giro se comporta de tal manera que permanece paralelo a sí mismo, dirigido al mismo punto de la esfera de las estrellas fijas mediante el movimiento de declinación, movimiento nuevo que introdujo Copérnico por vez primera.
  5. La esfera de las estrellas fijas se encuentra a una distancia que puede considerarse infinita si se compara con la distancia que separa la Tierra del Sol. Por esta razón no se puede apreciar el efecto de paralaje.
  6. La esfera de las estrellas fijas permanece inmóvil en el espacio.
  7. Cualquier movimiento que se aprecie desde la Tierra es sólo aparente y se debe al movimiento propio de la Tierra.
  8. Los movimientos retrógrados de los planetas son sólo aparentes y resultan de la composición de los movimientos simultáneos de la Tierra y de los planetas en torno al Sol. También se explican los cambios de brillo de los planetas a lo largo de sus desplazamientos por sus órbitas.

La reacción científica a las ideas de Copérnico fue bastante seria y profunda, si bien el heliocentrismo tuvo ya precursores, como Heráclides, quien fue discípulo de Platón y sugirió la rotación de Mercurio y Venus en torno al Sol para explicar por qué estos planetas siempre se veían cerca de dicho astro, y Aristarco de Samos, que sugirió que las posiciones de los astros se explicarían más fácilmente si algunos planetas giraran alrededor del Sol.

El heliocentrismo en la antigüedad clásica había sido rechazado como resultado de un debate científico en el que se incluían pruebas mecánicas que, por aquel entonces, se interpretaban erróneamente. El mismo debate, más complejo aún, se repitió en el siglo XVI y se extendió hasta bien entrado el XVII. En él intervinieron científicos de gran valía en defensa de uno y otro modelo. Incluso se propusieron modelos que trataban de compatibilizar el ptolemaico y el copernicano, como por el ejemplo el modelo que proponía que todos los cuerpos celestes excepto la Tierra giraban en torno al Sol, mientras que éste lo hacía en torno a la Tierra, que ocupaba el centro del Universo.

El mayor problema de la polémica entre geocentrismo y heliocentrismo, sin embargo, se debió a la influencia de factores externos a los científicos. Entre esos factores, el más destacable fue el de la intervención de la Iglesia.

De revolutionibus orbium coelestium (“Sobre el movimiento de las esferas celestiales”) forma una de las obras que iniciaron un periodo histórico conocido con el nombre de revolución científica, en la cual los nuevos conocimientos -no sólo en astronomía- transformaron las visiones antiguas y medievales sobre la naturaleza y sentaron las bases de la ciencia moderna. La revolución copernicana fue fundamental en el desarrollo del mundo occidental, por las siguientes razones:

• Fue, como todas las revoluciones, una revolución de las ideas.

• Transformó el concepto que la humanidad tenía del universo y del lugar que ocupa en él.

• Invalidó la física aristotélica pues, al no coincidir el centro de la Tierra con el centro de las esferas naturales de los elementos, dejaban de ser válidas las leyes del movimiento que Aristóteles había enunciado.

• Despertó el interés de la sociedad por la cosmología. Este interés ha llegado intacto hasta nuestros días, en los que los proyectos científicos más importantes y de mayor presupuesto son los cosmológicos, ya sean los que consisten en naves no tripuladas que estudian las características del universo o naves tripuladas que nos lleven a otros planetas.

Es así, entonces, como se diferencian el modelo de Ptolomeo y el modelo de Copérnico sobre la concepción del universo.

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